Un nuevo curso ya está aquí. ¡Cómo pasa el tiempo! Mañana comenzará mi tercer curso como maestra y aún siento los mismos nervios que el primer día. Mismos nervios y misma ilusión, pero más aprendizaje y un poquito más de experiencia. Y de ese aprendizaje quiero hablaros hoy, aprovechando para mandaros toda la energía para afrontar estos nueve meses cargados de sorpresas y retos que, sin lugar a dudas, nos harán crecer y aprender.
A lo largo de estos dos años y después de las lecturas que he realizado a lo largo del verano, afronto este nuevo curso basándome en estos 7 ingredientes mágicos. Siete, porque es un número especial para mí y mágicos, no porque consigan hacer milagros, sino porque me harán vivir esta aventura como un regalo lleno de magia.
Hace ya unos meses, escribí un post hablando de la ilusión como uno de mis ingredientes mágicos (leer aquí). Y es que yo me considero a mí misma como una persona que sabe ilusionarse con cada cosa nueva que se le pone por delante. La ilusión hace que se encienda una chispa de inquietud y ganas por descubrir qué viene después y cómo se desarrollarán las cosas. Y la ilusión es también fundamental para saber afrontar los nuevos retos desde una perspectiva más positiva.
Además de vivir desde esa perspectiva positiva que nos da la ilusión, este ingrediente mágico va más allá. Ser una persona positiva va inscrito en nuestra personalidad y es algo mucho más difícil de entrenar (aunque no imposible); sin embargo, he querido incluir aquí la positividad desde un enfoque extensible a cualquier persona, sea cual sea su personalidad. La positividad tal y como aquí la describo tiene que ver con hablar en positivo a nuestros alumnos y pensar en positivo sobre ellos. A la hora de indicar correcciones o modificaciones, que sean siempre en positivo. Y cuando pensemos en ellos y en sus posibilidades, tenemos que ser capaces de borrar límites en señal de confianza en ellos.
La confianza es esencial en el proceso de enseñanza – aprendizaje. Esos pequeños van a pasar más horas con nosotros a lo largo del curso que con muchos de sus familiares o amigos. Necesitan sentir que pueden confiar en nosotros y que nosotros confiamos en ellos. Debemos mostrar nuestra confianza en cada alumno en todo momento, centrando nuestro esfuerzo en sus cualidades. Esta confianza es también un signo de amor.
El amor es fundamental en cualquier ámbito de nuestra vida. Por ello, la vida dentro de las aulas no está excluida de esta necesidad. Debemos tratar a nuestro alumnos con amor, con un amor inmenso. Tienen que sentir que son lo más importante para nosotros en ese momento. En una de mis lecturas de verano (La vaca que lloraba, de Ajahn Brahm) lanzaba una reflexión basándose en tres preguntas, a las que posteriormente acompañó con las respuestas adecuadas, que son perfectas para reforzar esta idea de generar amor en nuestras aulas:
- ¿Cuál es el momento más importante? Ahora
- ¿Quién es la persona más importante? La persona con la que estás
- ¿Qué es lo más importante que hay que hacer? Cuidar a los demás
Ser empático con quienes compartimos nuestra vida es otro signo de amor. En mi caso, trabajo con niños pequeños que aún sienten inseguridades y miedos que les hacen ser vulnerables. Como profesores, tenemos que ser capaces de agacharnos tanto física como moralmente para estar a la altura de nuestros alumnos. Necesitan sentirnos cercanos y capaces de comprenderles. Si ellos sienten esa empatía y esa necesidad de sentirse comprendidos, sin lugar a dudas se generará un clima de tranquilidad dentro del aula.
Como maestra, es fundamental sentir cierta paz interior para poder afrontar el día a día con tranquilidad. A mí me gusta vivir tranquila, pero soy una persona algo nerviosa en determinadas ocasiones. Durante el curso pasado, hubo varias semanas en las que yo no tuve ni esa paz interior ni esa tranquilidad necesarias y eso claramente perjudicó a mis alumnos y empobreció mis clases. Cuando estás inmerso en el día a día, cuesta ver estas cosas con claridad, pero es cuando tomas distancia cuando consigues entender y ver los errores, sus causas y consecuencias. Es por ello que este ingrediente es uno de mis objetivos fundamentales para este curso.
La inteligencia como ingrediente básico viene de mi lectura del libro La educación inteligente, de Bernabé Tierno (leer post aquí). El autor afirma que la educación es inteligente en la medida en que es eficaz; es decir, en la medida en que sirve para algo, en la medida en que consigo la autonomía de mis alumnos, su capacidad para tomar decisiones correctas o su esfuerzo. Es fundamental educarles en las responsabilidad y permitir que cometan errores y sepan aprender de ellos. Y nosotros, como docentes, debemos ser capaces de mostrarnos humildes y humanos, reconociendo errores y siendo un ejemplo para cada uno de nuestros alumnos.
Como el mismo Bernabé Tierno afirma en su libro, todos los docentes somos siempre aprendices de maestro. Así que, queridos aprendices, os deseo un curso cargado de momento mágicos que disfrutar al 100% con nuestra oreja siempre verde.
Ánimo para este nuevo curso. Los enanos de éste se quedarán maravillados con su seño y con la estupenda clase que les has preparado.
Muchas gracias. Estoy segura de que el curso será muy bonito y cargado de aprendizajes.