Después de varios meses sin publicar, hoy quiero traeros un post muy especial para mí. Además, quería que fuera hoy, 25 de abril de 2020 por ser una fecha muy significativa en la vida de una de mis compañeras del cole. Tras muchos años dedicados a la educación, hoy se jubila. Sí, es cierto, las condiciones no son las mejores. No habrá grandes celebraciones ni despedidas emotivas de los alumnos; aunque las habrá cuando sea posible. Es por eso por lo que he querido dedicarle unas palabras aquí y compartir con todos vosotros lo que sus aprendizajes han significado en mi trayectoria profesional. Es muy discreta y estoy segura de que no querría que dijera su nombre, así que me referiré a ella como J.
Nuestros caminos se cruzaron cuando hace cuatro años, la dirección del centro decidió bajarme de 5º al equipo de tutores de 2º de Primaria. Y alguien me dijo: “Pégate mucho a J. y aprende todo lo que puedas de ella. Le quedan pocos años para jubilarse y tiene unos conocimientos profundos de los dos primeros cursos de la etapa.” Y así lo hice. La suerte quiso que además nuestras aulas estuviesen puerta con puerta, para poder recurrir la una a la otra siempre que lo necesitáramos. Ella impartía la asignatura de Matemáticas en mi clase, por lo que teníamos que estar en constante comunicación y trabajando en equipo. No sólo fue mi gran apoyo durante el curso, sino que también fue mi maestra.
La primera cualidad de J. de la que quería hablar es su mirada pedagógica. Es lo que da título a este post y es un punto muy fuerte de conexión entre las dos respecto a nuestra visión de la educación y de la labor de un maestro. Ella siempre ha reflexionado sobre el valor pedagógico que tienen nuestras acciones. Una determinada actividad puede ser muy divertida o muy bonita, ¿pero cuál era su valor pedagógico? ¿Qué va a aportar a nuestros alumnos? ¿Va a contribuir con su aprendizaje? Desde que trabajé con J. y hasta hoy, mantengo esta mirada y estas preguntas cuando preparo materiales o actividades para mis alumnos. Y coincido con ella en lo fundamental que es para un maestro mantener esa mirada llena de pedagogía y encontrar aprendizajes significativos allá donde estemos.
En segundo lugar, me gustaría destacar sus constantes ganas de aprender y descubrir nuevas herramientas que pudieran mejorar su trabajo. J. ha sido la mezcla perfecta entre el concepto tradicional de maestra y el espíritu innovador. Sabía mantener en todo momento el equilibrio entre la transmisión de los contenidos fundamentales para el desarrollo de los alumnos y las mejores herramientas para acercarse a ellos y cuidar su motivación.
El tercer componente que quiero subrayar de J. es el valor social que ella ha dado en todo momento a su labor de maestra. A diario, en el ejercicio de su profesión, mantenía la visión de aportación a la sociedad. De lo importante que es cuidar el aprendizaje de nuestros pequeños para tener una sociedad más próspera y cultivada. Como dijimos en alguna ocasión: “Nuestros alumnos serán los que paguen nuestra pensión”. Por tanto, no es tan sencillo como llegar a un aula y divertirse con nuestros alumnos. Sino que tenemos que ir un paso más allá. Dar un paso de generosidad y de conciencia social en nuestro ejercicio por todo lo que él puede aportar al futuro.
La relación con sus alumnos es el cuarto aspecto que me gustaría dejar aquí patente. J. sabía ganarse el respeto de sus alumnos a través del cariño. Me acuerdo que un día le dije que me sentía muy respetada y querida por mis alumnos. Y ella me respondió: “El cariño y el respeto de los alumnos se lo gana el maestro. Ellos no se lo regalan a cualquiera”. Y es totalmente cierto. Parece que es muy sencillo que un niño quiera o respete a su profe, pero si observas con atención te darás cuenta de que no es tan sencillo. De que detrás de ese dibujo o de ese abrazo hay muchos gestos de cariño y complicidad que el niño ha recibido previamente de ti, de lo que tú eres y representas como maestro. Los niños son lo más sabios y saben reconocer a aquel que se preocupa por su bienestar y su educación.
Por último, la quinta cualidad de J. que me gustaría destacar es el valor que le otorga a la empatía como clave de conexión con los alumnos. Ella siempre ha sabido agacharse y ponerse a la altura de los pequeños para entender y comprender su realidad. Desde ahí es desde donde se produce el aprendizaje y desde donde nos ganamos su cariño y respeto. El adulto que permanece erguido, sin saber ponerse a la altura de a quienes quiere formar, no logrará su objetivo con éxito.
Me considero una enorme afortunada por haber tenido a una persona como J. en mi camino personal y profesional. Es fundamental saber mirar a los lados y descubrir las personas tan maravillosas que nos acompañan y de las que podemos aprender tanto. Para mí, J. ha sido clave en mis primeros años como maestra y desde aquí quiero transmitirle todo mi cariño y admiración. Y mi enorme deseo de que esta nueva etapa que hoy comienza sea un camino de paz y tranquilidad por todo lo bueno que ha aportado a la sociedad y a los que hemos tenido la suerte de tenerla como maestra.
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