Hoy os quiero hablar de un libro que me prestó un compañero del cole: “La tropa del arcoíris”, de Andrea Hirata. Cuando me lo dejó, me dijo: “Cuando flaqueen tus fuerzas o necesites redescubrir por qué eres maestra, lee este libro”. He tardado varios meses en decidirme a leerlo, y he aprovechado este descanso de las vacaciones para cogerlo entre mis manos y saborearlo bien.
La tropa del arcoíris cuenta la historia de un grupo de niños de la región de Belitung, en Indonesia. El libro comienza con el primer día de escuela de estos niños y pasa por todas las aventuras que viven juntos para salvar su pobre y humilde escuela. Esta obra concluye con una descripción del paisaje del futuro que cada uno de los protagonistas ha dibujado en sus vidas.
- En cada escuela, desde la más pequeña ubicada en un pequeño rincón del mundo a la más grande y con el mayor número de recursos posibles, existen dificultades y problemas a los que hacer frente cada día y por los que luchar. Pero, para ser sinceros, reconozcamos que nuestra realidad se aleja mucho de las escuelas pobres como la que define este libro. “Imaginémonos los peores problemas para un aula de primaria: un techo con unas grietas tan grandes que los alumnos veían volar los aviones y tenían que estudiar bajo un paraguas en los días de lluvia; un suelo de cemento que se descomponía por todas partes y quedaba reducido a arena; vientos tan fuertes que hacían temblar el alma de unos niños atemorizados ante el posible derrumbe de la escuela; y unos alumnos que querían entrar en clase, pero antes tenían que sacar las cabras del aula. Nosotros pasamos por todo eso” (Pág. 27)
- Así describe el autor de libro al profesor, director y fundador de su escuela. “Nos tenía fascinados con cada palabra y cada gesto. Ejercía una influencia de bondad y amabilidad. Su comportamiento era el del hombre sabio y valeroso que había atravesado las amargas dificultades de la vida, que poseía un conocimiento tan vasto como el océano, que estaba dispuesto a asumir riesgos y que sentía un interés verdadero por explicar las cosas de tal modo que los demás pudieran comprenderlas. (…) A menudo alzaba y bajaba la entonación, se apoyaba en los bordes de su mesa al poner énfasis en ciertas palabras para después elevar los brazos al cielo como quien interpreta la danza de la lluvia. Cuando le hacíamos preguntas en clase, corría hacia nosotros con pasos pequeños y nos observaba de una manera elocuente con aquella calma de su mirada, como si fuésemos los más valiosos de entre los niños malayos. (…) Cuando él hablaba, nosotros escuchábamos atrapados en un encantamiento y una observación minuciosos, en una impaciente espera de su siguiente cadena de palabras. Me sentí increíblemente afortunado de estar allí, entre aquella gente asombrosa. había belleza que no cambiaría ni por mil colegios lujosos“. (Pág. 30 y 31)
- La profunda vocación de la maestra protagonista del libro le lleva a lucha en nombre de su escuela y por sus alumnos. Su plena convicción de lo que era justo y su admiración por la educación hace que se enfrente a sus dificultades sin vacilar y sin miedo alguno. “-Deseo ser maestra-, dijo la muchacha de quince años. (…) Bu Mus había extraído cada letra de cada palabra de los más profundo de su corazón, y la palabra “maestro” hervía en su mente porque ella admiraba la noble profesión de la enseñanza. Había un gigante dormido en su interior, un gigante que despertaría cuando ella conociese a sus alumnos“. (Pág. 46) “Vi el sufrimiento al que se enfrentaba la maestra. Tenía el rostro descompuesto. En una ocasión, mi madre me dijo que el maestro que por vez primera nos abre los ojos a las letras y los números para que aprendamos a leer y a contar recibirá incontables recompensas hasta el día de su muerte. Estuve de acuerdo con ella, aunque eso no es lo único que hace un maestro. También abre los corazones“. (Pág. 241) Además, la maestra expresa continuamente la importancia que cada alumno tiene para ella. “Para mí, perder un solo alumno es como perder la mitad de mi alma“. (Pág. 314)
- Esta obra también expresa una reflexión sobre el derecho y acceso a la educación de todos los niños del mundo. “Sentí ira. Me contrariaba que tantos niños inteligentes se vieran obligados a abandonar la escuela por motivos económicos. Y maldije a toda esa gente arrogante y estúpida que tanto se aprovechaba. Sentí odio hacia los hijos de familias acomodadas que tiraban sus estudios por la borda“. (Pág. 396)
- Uno de los alumnos más destacados de la escuela descrita en el libro habla del placer la lectura y del estudio, un placer con el que siempre es agradable encontrarse y reencontrarse. “Sin embargo, una vez que cogía un libro, su mente escapaba a través de las grietas de las paredes inclinadas de corteza. Estudiar era el entretenimiento que le hacía olvidar las penalidades de la vida. Para él, los libros eran como el agua extraída de un pozo sagrado de la mezquita de La Meca: renovaban sus fuerzas para pedalear contra el viento día tras día“. (Pág. 74)
- En este libro también se habla de la inocencia del primer amor con dos adolescentes como protagonistas, lleno de dulzura y bondad. Así como de la fidelidad de la amistad, de una amistad forjada en la pobreza y humildad de quien no tiene nada y lo da todo.
- Las tradiciones también tienen un lugar especial en este libro. El autor proclama la necesidad de cuidar, conservar y celebrar las tradiciones, porque forman parte de quienes somos.
- Hirata expresa constantemente en esta obra la fuerza y el valor para seguir adelante a pesar de las dificultades. Proclama la fortaleza del corazón y la convicción de aquello en lo que creemos para superar cualquier obstáculo y para no rendirse.
- Hay también una última idea que sobresale en este libro tan especial y es el compañerismo. “En aquel instante me di cuenta de que todos nosotros éramos hermanos de luz y fuego. Habíamos hecho la promesa de permanecer fieles a través de las sacudidas de los rayos y de tornados que arrancarían montañas. Nuestra promesa estaba escrita en las siete franjas del cielo, ante la mirada de los misteriosos dragones que reinaban en el mar de la China. Juntos, éramos el arcoíris más bello jamás creado por Dios“. (Pág. 365).
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