En mi día a día veo como el libro de texto es una obligación en nuestro trabajo y determina el aprendizaje de nuestros alumnos. Considero que los maestros podemos dividirnos en dos grupos bastante diferenciados entre sí: los maestros que defienden el libro de texto ante todo y es su principal herramienta de trabajo y los que consideramos que el libro de texto es una esclavitud.
En las reuniones con mis compañeros de curso o en las propias juntas de evaluación, trato de defender la idea de que los libros de texto son herramientas que deberían estar a nuestro servicio y no al contrario, como ocurre en la mayoría de los casos. Somos nosotros, con nuestro criterio pedagógico, los que deberíamos elegir qué contenidos damos y cómo (siempre siguiendo el currículo, claro).
Los libros de texto pueden ser una gran herramienta para ayudar en nuestro trabajo si los utilizamos pensando en el beneficio de nuestros alumnos y en sus necesidades de aprendizaje. Yo personalmente defiendo un aprendizaje basado en proyectos que nazca de los intereses de nuestros alumnos y los conecte con el mundo real que les rodea. En muchas ocasiones, siento que los libros de texto limitan y coartan mi trabajo como docente, pues la obligación por completarlos y que no lleguen a casa a la mitad, me fuerza a no profundizar todo lo que me gustaría en determinados conceptos e incluso a no dedicar el tiempo suficiente que mis alumnos necesitan para interiorizarlos.
Y una vez expuesta esta reflexión inicial, quiero compartir con vosotros tres aspectos de los que he sido consciente que también hay que enseñárselos a nuestros alumnos y no vienen en ningún libro de texto. Además, en ocasiones, este libro puede ser obstáculo para el aprendizaje de dichos aspectos.
1. Desarrollo de la creatividad
Cierto es también que cada profesor tiene una opinión al respecto y le da la importancia que considera dentro de su aula.
Desde mi punto de vista, los libros de texto matan la creatividad de alumnos y profesores. Nos invaden con ejercicios repetitivos y mecánicos que no favorecen la adquisición de los contenidos.
Los niños son una fuente inagotable de creatividad. Tenemos que luchar por favorecer que ese manantial no se seque y que pueda dar lugar a personas críticas y exigentes en el futuro. ¿Habéis observado sus caras cuando les proponemos una actividad que se sale del libro de texto? ¿Veis su alegría cuando pueden utilizar cualquier material y crear lo que a ellos les apetezca más?
2. Aprender a esperar
Sé que alguno estará pensando en esas actividades extra que tenemos preparadas para los alumnos más rápidos. Como podréis suponer, también las tengo. Y tengo trabajada con mis alumnos una organización de las cosas que pueden hacer cuando acaban una tarea. Pero aún así, por mucho que inventemos, nos seguirían preguntado “¿y ahora qué?”
Nuestras prisas de adultos, el ritmo en casa y la velocidad de Internet y de las herramientas tecnológicas nos está acostumbrando (sí, a nosotros también) a una inmediatez que en un aula es muy difícil de gestionar. La “sociedad líquida” que define Bauman nos exigen nuevos ritmos y formas de trabajar con nuestros alumnos.
3. Gestionar el tiempo
En este aspecto me gustaría hacer una aclaración. Es cierto que cada alumno tiene su tiempo y su ritmo; por ello, no penalizo a los alumnos que no cumplen la tarea asignada en el tiempo marcado y estoy pendiente en todo momento de los alumnos con mayores dificultades para que pueden cumplir el objetivo.
Para mí, es fundamental esta gestión del tiempo dentro del aula para valorar cada momento y actividad como se merece. Es decir, si una actividad está programada para durar 10 minutos porque los alumnos son perfectamente capaces de llevarlo a cabo, no tiene sentido que dure 30 minutos, pues pierde valor. Bien porque la actividad está mal planteada o explicada (hay que asumir errores propios) o bien porque los alumnos han perdido el tiempo en aspectos que no tenían nada que ver con la tarea en sí.
Para terminar este post, os invito a una reflexión final que me encantaría que compartieseis conmigo.
Son un recurso clarísimo.
Pienso que no hay que ceñirse al libro en el aula porque como bien dices marca tiempos para crear ladrillos y no cómo crear el de mejor calidad.
Ojalá fuesen sólo un recurso. Para mí es una esclavitud en mi práctica profesional del día a día. Gracias por acercarte por aquí y dejar tu comentario.