Hace unos días participé en una conferencia online del gran Francesco Tonucci en la que consiguió convocar a más de 70.000 personas. Cosas sólo al alcance de personalidades como él. Y además de confirmar mi más que absoluta admiración por su persona, también pude sentir un gran alivio al escuchar sus ideas sobre cómo tendría que estar actuando la escuela en estos graves momentos de crisis mundial que estamos atravesando.
Estoy convencida de que esta es nuestra gran oportunidad para realizar una auténtica revolución educativa. Y adaptar la escuela a las necesidades reales de nuestros pequeños.
Según el mismo Tonucci comenzaba su ponencia, en palabras de Einstein, “la crisis trae progresos y es necesaria para que la humanidad avance. Sólo en momentos de crisis surgen las grandes mentes“.
Así que Francesco, convencido de que es el momento, nos animó a hacernos algunas preguntas. ¿Pretendemos que las cosas cambien? ¿Lo necesitamos? ¿Funciona bien la escuela que tenemos? ¿Es adecuada frente a las expectativas de la sociedad? ¿Hay que cambiarla? Si estamos satisfechos, no hay que cambiarla. Pero él mismo manifestaba lo paradójico de que en esta situación intentemos demostrar que la escuela no cambia para nada, que lo único que cambia es el medio.
Fiel defensor de los derechos de la infancia y siempre con ellos por bandera, hizo referencia a la poca relación existente entre la escuela y las necesidades de los niños. Y subrayaba que el objetivo de la educación deber ser ayudar a cada uno de los alumnos a descubrir dentro de su personalidad sus aptitudes, capacidades y ofrecerle herramientas para desarrollarlos.
Además, Tonucci ponía de manifiesto su preocupación por el extraño y profundo conflicto que divide a la escuela de la familia. Conflicto que hace a la escuela más débil y deficiente. Dividimos la escuela de lo que no funciona. Una buena escuela, desde siempre y en todos los países se ha hecho sobre las vidas de los alumnos y de sus familias, sobre su entorno. Y no sobre los libros de texto.
Así que, según el gran Francesco, ahora tenemos la oportunidad de considerar la casa como un auténtico laboratorio escolar y a los padres, como asistentes de laboratorio. La escuela debería llamar a los padres a colaborar para ayudar a los hijos a descubrir características de la familia y hogar que tengan que ver con sus necesidades.
Por lo tanto, en palabras de Tonucci, son tres las características que deben definir nuestro trabajo como maestros con nuestros alumnos:
- El juego. Es importante que también en estas condiciones los niños puedan jugar. Tiene que ser su principal ocupación. El juego es un deber más que un derecho. Deben jugar. Este es su oficio, su trabajo. Ahora tienen la oportunidad de jugar en familia.
- La autonomía. Por culpa del miedo de los padres, muchas veces se limita en exceso. Y los niños necesitan salir. Estar solos o con sus compañeros y amigos.
- El protagonismo de los niños. Los niños tienen derecho a expresar su opinión cada vez que se toma una decisión. Sus opiniones deben ser tenidas en cuenta. Hay que escuchar a los niños, tanto por parte de las familias como de los docentes.
Francesco ofrece una lista de propuestas para esta casa laboratorio o casa de los descubrimientos. Todas ellas son una oportunidad para estas semanas de confinamiento, pero coincido con él en creer que son grandes propuestas para cualquier otro momento social.
1. LENGUA:
- Explicar cómo funciona la lavadora o cualquier otro elemento del hogar.
- La historia en el cajón. Esta propuesta consiste en pedir a los padres que repasen con los niños las fotos de cuando eran pequeños para reconstruir recuerdos, seleccionar fotos, numerarlas, ponerles un breve título y guardarlo en una carpeta a modo de álbum de su historia personal.
- Pueden escribir un diario y que sea secreto. Es una experiencia de verdadera literatura y el maestro tiene que abstenerse de evaluarlo, porque es un regalo que se hacen a sí mismos.
- Lectura gratis. Cada uno buscará y elegirá un libro en casa. Lo leerá en libertad, en su rincón preferido o donde sea posible esconderse. Y después del primero, muchos más.
- Lectura en familia. Lectura en voz alta. Se decide un horario (media hora al día), un rincón, un libro (una novela) y un adulto lee en voz alta todos los días hasta terminar el libro. Esta actividad creará una relación muy intensa entre el lector y su público. Y son las bases del verdadero aprendizaje de la lectura: gusto, placer y necesidad de leer. Hay que hacerlo bien, con sentido y sentimiento.
- Leemos el periódico. La historia contemporánea la relata el periódico. Pueden repasar los titulares y elegir la noticia más interesante. Puede leerla primero el adulto y, posteriormente, el niño. A continuación, se comenta y se presentan los artículos leídos al docente.
- La correspondencia. Escribir para comunicarse. Puede ser una buena oportunidad para ponerse en contacto con centros o personas de otros lugares.
2. CIENCIAS:
- Cocinar como si estuviesen en un laboratorio de ciencias. En este caso, tiene una posibilidad de una evaluación indiscutible: la comida se come o no se come. Pueden cocinar una pasta con la salsa que cada uno elija, comerla todos juntos y evaluar el resultado. Pueden escribir la receta y compartirla, para hacer un libro de recetas de la clase. O pueden preparar un plato con un algún ingrediente que nunca haya comido.
- La naturaleza en la maceta. Pueden cuidar una planta que ya esté en casa. Es un proyecto de observación y descripción. Pueden realizar dibujos o fotografías. Es una auténtica lección de Ciencias Naturales. Se podrán observar también pequeños insectos y escribir un diario de la vida de la planta e inventar una historia o una poesía.
3. MATEMÁTICAS:
- En Geometría, podrían diseñar el plano de su casa. Pero nunca por parte de los padres o de los docentes les enseñarán cómo hacerlo. Serán ellos solos los que tengan que descubrir el modo.
4. ARTE:
- Cine en casa. Cada uno prepara un vídeo, con su guión incluido. Y es mucho más creativo que estar jugando a un videojuego.
- Home Art (arte casero). Debería ocupar mucho tiempo y muchas energías de los niños, porque da mucha satisfacción y relaja mucho. Dedicarse a formas de expresión artística, utilizando las formas más extrañas. Se puede utilizar el periódico, alambre, piedras… Pueden coser telas para crear cuadros. Utilizar botones u otros elementos. El docente invitará a los alumnos a encontrar formas nuevas para expresarse de forma creativa.
Y, ¿cómo evaluamos?
El mejor método de evaluación, decía Tonucci a modo de conclusión, es comprobar si se consiguieron los resultados esperados. Hay que preguntarse si estas actividades han ayudado a conocer mejor sus actitudes y aptitudes; si les han ayudado a conocerse mejor; si han conocido mejor a sus compañeros, a sus padres y docentes. Si la respuesta es positiva, la pelota pasa a estar en la escuela y en la familia. Hemos encontrado instrumentos para desarrollar toda su potencialidad. Se han sentido capaces en lo que más les gusta y corresponde a su personalidad y vocación.
Estas experiencias permiten a los niños experimentar la satisfacción de hacer las cosas solos, por sí mismos. Y tiene un efecto directo en términos de autoestima. Supone una construcción del sentido de la eficiencia y de sentirse capaz. Estas actividades no crean crisis en los padres, como muchas veces ocurre con las tareas asignadas desde la escuela, porque pueden producir simpáticas experiencias de colaboraciones entre padres, hijos y docentes. Además, promueven experiencias de igualdad de género y edad. Hombres y mujeres hacen las mismas actividades y las hacen juntos. Son adecuadas a la realidad familiar. Nadie debería sentirse excluido o inadecuado.

“Cuando termine esta tragedia, se debe ofrecer un premio a los niños y niñas. Los sanitarios han sido nuestros héroes. Hemos tenido víctimas, los mayores. Y hemos tenido campeones, los niños y niñas. Espero que nuestros gobiernos sepan premiar a los primeros; que dejen a los viejos quedarse en sus casas y que haya personal para cuidarles, que además, cuesta mucho menos; y que se dé un premio a los niños: la generación que más y mejor resistió al virus. Mi propuesta es que las ciudades sean regaladas, al menos por un día, a los niños. El primer día que se abra todo, que quede una ciudad parada y libre regalada a los niños. Que se vean con sus amigos y la descubran. Ellos encontrarán la manera de inventar nuevos juegos para hacer con mascarilla y sin tocarse”.
Tenemos que hacer un esfuerzo de creatividad en la vuelta a las aulas. Los niños nos mostrarán cómo se hace. Dejémosles que vuelvan y ellos nos mostrarán lo que hay que hacer. Estamos moviéndonos con ideas viejas. Tenemos que confiar en los niños, dejadles por fin y observar cómo se comportan.
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